El hígado graso no es perjudicial para el cuerpo por si solo. Sin embargo, la acumulación de exceso de tejido graso puede conducir a un daño hepático severo, incluyendo inflamación y heridas.
Un hígado graso ocurre cuando ingiere más grasa y calorías de las que el hígado puede procesar. Como resultado, las grasas simples se acumulan en las células del hígado, volviéndolo propenso a un daño. La razón más común para el desarrollo de la enfermedad del hígado graso es la obesidad — con individuos obesos aumentan las probabilidades de desarrollar la enfermedad en aproximadamente un 75%. Aunque el desencadenante es una dieta rica en grasas y el aumento de peso, la diabetes (o resistencia a la insulina), hiperlipidemia (niveles de lípidos elevados en la sangre) y el abuso de alcohol (el 90%/ 100% de los bebedores asiduos padecen de hígados grasos) también aumentarán las posibilidades.
Estos son los 15 síntomas más comunes de la enfermedad del hígado graso…
1. Fatiga
Si algún órgano de nuestro cuerpo se vuelve disfuncional -en este caso el hígado-, el cuerpo tratará de protegerse y compensar bombeando un exceso de sangre al órgano, lo que a menudo conduce a una inexplicable debilidad, confusión, alteración del juicio o problemas de concentración, así como a una severa pérdida de energía y una repentina incapacidad para participar en actividades sociales que antes se disfrutaban. Los investigadores también especulan que los cambios en la química del cerebro y la producción de hormonas contribuyen a la sensación de fatiga y agotamiento.
La fisiopatología de la fatiga relacionada con la enfermedad hepática suele presentarse con síntomas neuropsiquiátricos adicionales, que suelen desarrollarse en un breve periodo de tiempo. Estos síntomas pueden incluir problemas como la depresión y la ansiedad, los que pueden empeorar por los cambios en la capacidad del cuerpo para producir serotonina -un importante regulador del estado de ánimo-. La producción de serotonina puede disminuir en los pacientes con enfermedad del hígado graso (o “esteatosis hepática”), lo que provoca cambios notables en el estado de ánimo. Sin embargo, la causa fundamental de estos problemas suele diagnosticarse erróneamente, ya que los médicos, en general, no los atribuyen inmediatamente a problemas hepáticos.